En la
corrección de los desórdenes que ocurrían en la iglesia en
Corinto, Pablo escribe en la párrafo sobre lo inconsecuente
de buscar y enfatizar el uso del don de lenguas,
considerándolo superior a otros dones, especialmente al de
profecía. En su celo por los dones espirituales, los
corintios habían olvidado que todo don tiene como objetivo
fundamental la edificación de la iglesia, para lo que es
dado por el Espíritu (Ef.4:11-14), por tanto, cualquier uso
de los dones en otra dirección es un ejercicio equivocado de
los mismos, cuando no inconveniente, asunto que el apóstol
va a dejar claramente establecido.
En el ejercicio del don de lenguas, quien ministra habla a
Dios; en cambio, en el de profecía, habla a los hombres (vv.2,3).
El uso del don de lenguas sin intérprete sólo trae provecho
para quien lo usa, mientras que la profecía edifica a todos
los oyentes (vv.4-5). El propio ejemplo de Pablo evidencia
esto, ya que su ministerio de enseñanza en lengua común,
permitió edificar a la iglesia, cosa imposible si hubiera
hablado en lengua desconocida para los creyentes (v.6).
Para que los hermanos en Corinto comprendieran bien esto, el
apóstol apela a ejemplos de la vida cotidiana, como el de
los instrumentos de música, cuyo sonido distintivo impide
confundirlos (v.7). De igual modo manifiesta el problema que
produciría una trompeta tocada confusamente en el ejército
(v.8). La inutilidad del don sin interpretación se evidencia
también en el ejemplo de dos personas que desconocen
mutuamente sus idiomas (v.11). Los corintios debían
considerar que, sobre todas las cosas, los dones son dados
para la edificación de la iglesia y que esa es la razón para
su ejercicio (v.12). En tal sentido, quien deseara ministrar
con el don de lenguas, debía pedir en oración que pudiera
interpretarlo, para que sirviera de edificación a otros (vv.13-14).
El apóstol enseña también que en las oraciones y el canto
congregacionales, no es suficiente conque sean
manifestaciones espirituales, sino que deben serlo también
inteligibles, para que la congregación pudiera identificarse
con lo que se estaba diciendo y responder con amén a la
oración (vv.15-18). En base a esto él mismo estableció un
comportamiento personal en la congregación, exhortando a los
creyentes a dejar de actuar como niños (vv.19-20).
Finalmente se dan las razones por las que el Espíritu dio el
don de lenguas (vv.21-22).
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