El apóstol continua tratando el tema del sufrimiento
cristiano, acercándonos al ejemplo supremo de Cristo (v.
1). Los sufrimientos en la vida cristiana, al ser
inevitables, deben ser asumidos con la mente de Cristo, es
decir, el modo como el Señor los entendió y asumió en su
experiencia humana. El creyente no es una excepción en
este terreno ya que Cristo pasó por él. El Señor dejó
ejemplo para seguir sus pisadas (1 P. 2:21). El
sufrimiento es expresión de la vida santa del cristiano,
en contraste con la bonanza de vida del mundo, como
consecuencia de la impiedad que le es propia, sintiéndose
molesto por la vida ejemplar de los creyentes,
despreciándolos (v. 4).
Pedro trata también el tema del modo en que un creyente
debe comportarse en el sufrimiento (vv. 7-19). No sólo es
preciso entender las razones de las pruebas, sino que
deben ser aceptadas desde la perspectiva cristiana, de
modo que incluso en las dificultades, la vida cristiana
debe ser gozosa y útil (vv. 10-11). La disposición a
contar con el sufrimiento como parte natural de la vida
cristiana, debe producir la aceptación de ellos cuando se
produzcan. El creyente no debiera, por tanto, sorprenderse
cuando lleguen, sino que las pruebas deben producir gozo
al permitir una mayor semejanza con Cristo (v. 13). La
ayuda en las aflicciones, el soporte de seguridad en medio
de las pruebas, se establece en la oración. Pedro concluye
el párrafo que se considera con una recomendación a la
oración, como medio poderoso en la prueba (v. 19).
La división para el estudio del pasaje puede establecerse
de este modo: Enlazando y concluyendo el tema del párrafo
anterior sobre la gracia y el sufrimiento, que terminó con
el ejemplo supremo de Cristo, están las consecuencias de
ese ejemplo (vv. 1-6). Se inicia el párrafo siguiente en
el v. 7 con el tema general de las reacciones en el
sufrimiento, tratando primero del estilo de vida en el
sufrimiento (vv. 7-11), y luego la aceptación natural del
sufrimiento (vv. 12-19).