A medida que
transcurre el escrito, se aprecia la preocupación de Pablo
por las circunstancias adversas por las que atravesará la
iglesia en el transcurso del tiempo. El apóstol encarcelado,
no puede actuar personalmente en relación con estas
situaciones, por lo que exhorta a su amigo y colaborador
para que las enfrente decididamente. Sin embargo, Timoteo es
un creyente cuyo carácter no es el más idóneo para
confrontaciones de esta naturaleza. Los enemigos del
evangelio son muchos y fuertes, Timoteo es uno sólo y
débil. Es sorprendente que un hombre como éste sea llamado
por Pablo para una tarea semejante. Sin embargo, hay un
secreto que llevará al débil al triunfo y al que no tiene
recursos personales a la victoria. Pablo había exhortado a
su hijo en la fe a esforzarse en la gracia
(2:1), por tanto, desde esa dimensión de poder en Cristo,
Timoteo puede ser más que vencedor por medio de Aquel que lo
ama (Ro. 8:37). El apóstol no solo exhorta, sino que también
anima a una vida de compromiso fiel, tanto en la predicación
del evangelio que ha recibido del propio apóstol, como a una
conducta consecuente con el mensaje. Timoteo debe permanecer
en la doctrina. Es necesario un esfuerzo en este sentido por
causa de los días que comportan el tiempo actual de la
iglesia, que son tiempos peligrosos. Pablo advierte a su
colaborador sobre la aparición de personas siniestras, que
se introducirán en la iglesia, amadoras de sí mismas mucho
más que de Dios. La descripción que hará de tales gentes es
notable: sus propios placeres ocupan el lugar de Dios;
manifestarán una notable ingratitud hacia sus benefactores;
serán desobedientes e implacables; nadie podrá poner freno a
sus malos deseos. Sin embargo, el grave peligro, es que sus
acciones estarán revestidas de una religiosidad aparente.
Estos se introducirán furtivamente en los hogares de los
creyentes más débiles para arrastrarlos tras sí. Como
opositores a la verdad, deben ser resistidos por quienes
estén comprometidos con ella. Timoteo tenía el ejemplo de
esta forma de actuar en Pablo, tanto en relación con la
verdad de la doctrina a mantener, como con la determinación
de afrontar los sufrimientos por Cristo.
El apóstol establece su enseñanza a modo de contrastes,
presentando por un lado la enseñanza correcta y el error;
los falsos maestros y los hombres de Dios; el fin de unos y
los sufrimientos de los fieles. Todo ello rodeado con
ejemplos de fidelidad del propio apóstol. Culmina recordando
a Timoteo de donde ha recibido lo que cree y debe guardar.
Su fe no estaba fundada ni tomada de otro lugar que de la
Palabra de Dios, inspirada divinamente y que él conocía
desde que era un niño. El apóstol no llama a Timoteo a ser
fiel a la religión, sino al Señor.
El pasaje contiene, en el tema general del llamado a asumir
la responsabilidad de perseverar en la doctrina, el peligro
de separarse de ella (vv. 1-9); las dificultades al
perseverar en la doctrina (vv. 10-13); y, finalmente, la
necesidad de perseverar en ella (vv. 14-17).
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