El
capítulo anterior concluye preguntando, ante la expresión
más intensa de la ira de Dios sobre el mundo: “¿Quién
podrá sostenerse en pie?”. En este capítulo se aprecia
la respuesta. Nadie podrá sostenerse a no ser los que han
sido redimidos por Dios. Este es el hilo conductor que liga
el capítulo con lo que antecede y sigue. Los expositores bíblicos
consideran de distintas formas el texto, aunque una gran
mayoría habla de un paréntesis o un interludio que se
inserta entre el sexto y el séptimo sello. Sin duda el paréntesis
se establece por un cambio de tema, pero no es tanto un paréntesis
temático, sino un paréntesis aclaratorio. Los
acontecimientos simultáneos exigen establecer estos paréntesis
para considerar asuntos que acontecen al mismo tiempo y que
son diferentes entre sí. No cabe duda que las visiones se
detienen para incluir un aspecto de salvación, pero todo
ello está dentro del tema general en esta sección del
libro, que revela lo que ocurrirá durante el tiempo de la
tribulación. No sólo se vierte la ira de Dios sobre el
mundo, sino también la gracia en salvación. No ha habido
tiempo en que Dios no salve al hombre. Desde el mismo
instante de la caída se ha producido la salvación por
gracia del pecador que la acepta por fe. No hay razón
alguna para que se detenga durante los siete años de la
tribulación. Es más, el cumplimiento de lo que el Señor
anunció en su discurso profético del Olivete, que “será
predicado el evangelio del reino en todo el mundo, para
testimonio a todas las naciones” (Mt. 24:14), tendrá
cumplimiento en ese tiempo, no antes ni después. Una idea
equivocada en relación con el arrebatamiento de la iglesia,
enseña la salida del Espíritu Santo del mundo junto con la
iglesia. Esta es la consecuencia de una incorrecta
interpretación de las palabras de Pablo relativas a la
instauración del Anticristo y su gobierno en el mundo,
detenido hasta el presente por el Espíritu Santo, en las
que el apóstol afirma que: “Ya está en acción el
misterio de la iniquidad; sólo que hay quien al presente lo
detiene, hasta que Él a su vez sea quitado de en medio”
(2 Ts. 2:7). Si el Espíritu Santo es retirado de la tierra
en el arrebatamiento, no es posible la salvación. Juan enseña,
por medio de la visión recibida, que habrá un tiempo de
gran salvación durante el período de la tribulación,
cuando ya la iglesia no esté en la tierra, lo que confirma
la enseñanza general de que el Espíritu Santo estará
operando activamente en la tierra para salvación después
del arrebatamiento de la iglesia. El presente capítulo enseña
como Dios hará posible esa obra de gracia.
La
división del pasaje para su estudio es sencilla. Primero
está el paréntesis sobre los redimidos durante la
tribulación (7:1-17), en donde aparecen los 144.000
sellados (vv. 1-8), la multitud de gentiles salva (vv.
9-12), y la procedencia de los salvos (vv. 13-17)
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