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“Seguramente, habrá entre mis lectores de opinión
fuertemente premilenialista y pretibulacionista muchos que dirán:
‘¡Eso no cuenta para mí ni para los míos!’ A este respecto,
quiero hacer dos importantes observaciones:
(a)
No se olvide que estamos hablando de ‘opiniones’,
por muy respetables que sean y por muy respaldadas que las
creamos por la Palabra de Dios. Que habrá un reino mesiánico
milenario es, en mi opinión, cosa segura, pues está respaldada, no sólo por lo que vemos en el
Apocalipsis, sino también por lo que vemos en todos los escritos
proféticos del A.T. Que la Iglesia habrá sido arrebatada antes
del Milenio, parece también cosa segura, aunque no se puede
afirmar con la misma seguridad que el hecho del futuro reino
milenario. Que la Iglesia será arrebatada antes de la Gran
Tribulación y, por tanto, sin pasar por ella, es algo que
sostengo como lo más probable, pero no lo puedo afirmar con la
misma seguridad que las dos proposiciones anteriores. Si lo
hiciere, me tendría a mí mismo por ‘fanático’, algo que no
cuadra con mi carácter personal.
(b)
Segunda observación, y todavía más importante que la primera:
Es sumamente necesario que cada lector se examine seriamente a sí
mismo (‘por sus frutos los conoceréis’- dijo el Maestro en Mt.
7:16, 20) para ver si es o no un verdadero creyente, nacido de
nuevo. Es cierto que todo cristiano sincero puede disfrutar de
paz, alegría y consuelo al leer u oír aquellas palabras del Señor
Jesús en Lc. 21:28: “Cuando empiecen a ocurrir estas cosas, erguíos y
levantad la cabeza, porque se acerca vuestra redcnción” (NVI.
Comp. con Ro. 8:23) Pero la urgente y quemante pregunta es: ¿Puedo
decir sinceramente, con los frutos a la vista, que soy un nacido
de nuevo? ¿Muestro en mi conducta el horror al pecado y el
verdadero amor a Dios y a mis hermanos? ¿Soy un cristiano carnal,
con motivos suficientes para dudar de mi salvación por falta de
dedicación al Señor o por sobra de amor a las cosas terrenales?
¡Lector amigo! Estamos ante un asunto muy solemne” |