BOSQUEJO DEL ESTUDIO


APOCALIPSIS  13:1-18
LAS DOS BESTIAS
 

A. INTRODUCCIÓN

1.10. Las dos bestias (13:1-18)

1.10.1. La primera bestia (13:1-10)

1.10.2. La segunda bestia (13:11-18)

  

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A. INTRODUCCIÓN

El capítulo anterior ofrece la panorámica de la expulsión de Satanás del cielo y el cese de su ministerio como acusador de los creyentes. Este acontecimiento causa júbilo en el cielo, pero será un incremento de tribulación para los moradores de la tierra. La acción diabólica tendrá como objetivo la implantación definitiva de un reino sin Dios. Esto frustraría los planes del Altísimo que en su soberanía determinó que su Hijo reine sobre su reino, tanto terrenal como cósmico y celestial. Satanás procurará activar su programa y hacer funcionar en la tierra lo que es su propósito en relación con el reino. De alguna manera y en alguna medida se hará visible en un hombre, llamado el Anticristo y, en el capítulo, la primera bestia. En el desarrollo de los acontecimientos que tendrá lugar en la tierra durante la ultima semana, y especialmente durante la segunda mitad de esa semana, debe prestárse atención al sistema de gobierno mundial en aquellos días. Este sistema obedecerá al proyecto satánico para la tierra de establecer un reino paralelo y al margen de Dios. Satanás es un imitador impío, hasta el punto de manifestarse con la apariencia de un ángel de luz (2 Co. 11:14), de tal manera que pueda engañar más fácilmente a las gentes. En su programa perverso, implantará en el mundo una imitación impía de Dios mismo. Tres personajes administrarán el gobierno satánico en el mundo. El dragón, como anti-Padre, la primera bestia, como Anticristo, y el falso profeta como anti-Espíritu. Estos tres formará una auténtica trinidad de maldad que conducirá al mundo en ese corto período antes de la venida del Señor. El capítulo que se estudia es complejo, como todos los del libro, y contiene una panorámica de las actividades de esos dos personajes, el Anticristo y el falso profeta. Será interesante trasladar aquí, a modo de introducción, las notas que el Dr. Francisco Lacueva usa en el comentario de este capítulo donde cita al Dr. Pentecost y dice: “Comienza Pentecost su estudio afirmando que ninguna cuestión que enfrente al estudiante de escatología es más importante que la del método que debe ser empleado en la interpretación de las Escrituras proféticas. Después de describir los dos métodos de interpretación que han prevalecido a lo largo de la Historia de la Iglesia, y antes de describir al por menor las vicisitudes históricas de dichos métodos, arguye en defensa del sentido literal con las siguientes razones: (a) Que el significado literal de las oraciones es la forma normal de todos los idiomas. (b) Que todos los significados secundarios de documentos, parábolas, tipos, alegorías y símbolos dependen, para su propia existencia, del significado literal previo de los términos. (c)  Que la mayor parte de la Biblia tiene sentido adecuado cuando se interpreta literalmente. (d) Que el enfoque literal no descarta ciegamente las figuras de dicción, símbolos, alegorías y tipos; sino que, si la naturaleza de la oración así lo requiere, fácilmente acepta el segundo sentido. (e) Que este método es el único obstáculo cuerdo y seguro contra las imaginaciones del hombre. (f) Que este método es el único cónsono con la naturaleza de la inspiración. La inspiración plenaria de la Biblia enseña que el Espíritu Santo guió a los hombres a la verdad y los apartó del error. En este proceso, el Espíritu Santo usó el lenguaje y las unidades del lenguaje (como significado, no como sonido) que son las palabras y los pensamientos. El pensamiento es el hilo que hilvana las palabras unas con otras. Por tanto, nuestra exégesis misma debe comenzar con un estudio de las palabras y la gramática, los dos fundamentos de todo discurso significativo”[1].

 

El pasaje se puede dividir para el estudio de la siguiente manera: Bajo el tema general de las dos bestias, aparece primero el detalle de la primera bestia (vv. 1-8), luego una breve exhortación o advertencia (vv. 9-10); y, seguidamente, los detalles sobre la segunda bestia (vv. 11-18).


[1] F. Lacueva. o.c., pág. 466 s.