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El estudio de las cartas del Nuevo Testamento permite
conocer la realidad de las iglesias cristianas en tiempos
apostólicos. En ocasiones se supone que aquellas
congregaciones, en razón de la presencia de los apóstoles y
hombres instruidos por ellos, debían ser ejemplos de
fidelidad a la doctrina en que fueron instruidos, sin
embargo las epístolas presentan un panorama diferente. Bien
sea porque los escritos doctrinales comenzaban a circular y
no eran abundantes en los primeros años de la
evangelización, bien por la falta de atención prestada a la
enseñanza personal de los apóstoles (2 Ts. 2:5), algunos
principios doctrinales se echaban al olvido, haciendo
vulnerables a algunos cristianos que eran llevados a otras
doctrinas, muchas veces discrepantes o abiertamente opuestas
a las que habían sido enseñadas entre ellos. Unido a esto,
la predicación de Pablo contaba con la fuerte oposición de
los “judaizantes”, judíos que aceptaban a Jesús como el
Mesías, pero que pretendían que el cristianismo fuera un
judaísmo reformado y, por tanto, procuraban convertir en
prosélitos del nuevo sistema judaico a los cristianos,
enseñándoles la necesidad de guardar la ley y practicar la
circuncisión ritual. Dichos problemas ocasionaron abiertas
confrontaciones con el apóstol y sus colaboradores,
originando lo que para algunos es el “primer concilio de la
Iglesia” en Jerusalén, en donde se elaboró un documento
orientativo para todas las iglesias. La “Epístola a los
Gálatas” manifiesta claramente esa problemática,
introduciendo al lector a las circunstancias que se
producían en los días apostólicos, en iglesias fundadas y
supervisadas por ellos mismos.
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