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El pasaje forma parte de la cuarta sección de la carta, en
la que Pablo va a hacer una aplicación práctica de la
doctrina expuesta anteriormente. Es notable observar que la
teología que no produce efectos prácticos en la vida
cristiana no es una buena teología. No es posible hablar de
identificación con Cristo para salvación, sin hablar al
mismo tiempo de conducta que refleja la realidad de dicha
identificación. La vida en la gracia, que incluye la
justificación por fe, debe producir una transformación
profunda en la vida de los salvos. Esa transformación es,
esencial y fundamentalmente, la gloriosa experiencia de la
libertad conque el Hijo ha hecho libre a quien cree en Él.
La libertad sólo puede vivirse desde la ausencia de
condicionantes externos que la limiten. En este sentido
tanta esclavitud es la sujeción a prácticas legalistas que
esclavizan, como la vida en el libertinaje que hace lo mismo
con las distintas manifestaciones de corrupción de la
carne. Siendo este el concepto fundamental de la teología
de Pablo, deber apreciarse que en todos sus escritos hay
primero una sección doctrinal a la que sigue una parte
“practica”, que es el modo de vivir a la luz de la enseñanza
que fue impartida. Esto es lo que ocurre en la sección de la
epístola, eminentemente aplicativa y práctica.
Dos pensamientos ligan el contenido de esta sección, en
primer lugar el abierto rechazo a las prácticas judaizantes,
y un no menor rechazo al libertinaje en un mal entendido
concepto de libertad. Así lo expresa Hendriksen: “La
religión cristiana se asemeja a un angosto puente que cruza
sobre el lugar donde se encuentran dos ríos contaminados:
uno es el legalismo y el otro el libertinaje. El creyente no
debe perder su equilibrio para que no caiga dentro de las
faltas refinadas del judaísmo por un lado ni en los groseros
vicios del paganismo por el otro.
[1].
Bajo esta perspectiva, Pablo aborda el párrafo que se
considera, tratando primero de evitar que los hermanos de
Galacia presten atención a las enseñanzas judaizantes (vv.
2-12), y seguidamente invitándolos a practicar la libertad
cristiana desde el condicionante del amor fraterno (vv.
13-15).
[1] G. Hendriksen. o.c. Pág. 217.
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