La acción salvífica produce un cambio tan profundo y radical
en el salvo que sólo es comparable con un nuevo nacimiento.
La salvación es esencialmente liberación. Dios traslada en
una incomparable acción de libertad al pecador creyente de
una posición de esclavitud a la de libertad plena en el
“reino del Hijo Amado” (Col. 1:13). La libertad permite una
vida renovada en una dimensión de entrega en favor del
prójimo que cumple todas las demandas de la ley (5:14). Este
prójimo puede ser un hermano en Cristo, miembro de la misma
y única familia espiritual. Las demandas para todos los que
son hijos de Dios son de santidad y testimonio
irreprochable. Sin embargo, la vieja naturaleza produce
problemas espirituales que conducen a caídas. Lo que no es
propósito y proyecto de Dios para los suyos, es experiencia
personal de todos ellos. Si embargo, la ley de la libertad
no enfatiza en la sanción y reproche de la caída, sino que
ve a la gloriosa actividad restauradora de quien incurre en
transgresión de la voluntad de Dios. La medida de un
creyente espiritual no está en el reproche de la acción
incorrecta en que incurre uno de sus hermanos, sino en la
restauración del mismo. La grandeza de la libertad exige una
tarea restauradora. Es fácil denunciar, pero es más
necesario restaurar. De ahí que Pablo, en la enseñanza sobre
la verdadera libertad aborde el tema de la restauración
espiritual de un hermano que ha incurrido en una falta, como
manifestación de espiritualidad de sus hermanos (vv. 1-5).
En una serie de breves párrafos, el apóstol considera otros
aspectos de la libertad aplicada a la experiencia de vida
cristiana. Así, mientras la carne produce envidias y
egoísmos, el creyente libre comunica con aquellos que le
instruyen en la fe, proveyendo para ellos de lo necesario
para su sostenimiento cotidiano (vv. 6-9). Pero también la
libertad exige capacidad de hacer bien a todos, pero
mayormente a quienes son de la casa de Dios, por tanto
miembros de la misma familia espiritual. El creyente
verdaderamente libre, comparte sin esperar respuesta con
quienes tienen necesidad (v. 10). Finalmente el apóstol
entra en una diatriba contra los judaizantes que se jactaban
falsamente de sus perfecciones y superioridad espiritual,
bajo la tiranía esclavizante de la ley (vv. 11-13), para
afirmar que quien es verdaderamente libre se gloría sólo en
la cruz de Cristo (v. 14). Concluye la epístola con una
advertencia y palabras de bendición (vv.15-18).
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